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Nuestra Señora de La Merced
Virgen de La Merced

 

Reflexión del Evangelio del Domingo 1 de Enero, Solemnidad de Santa María Madre de Dios.
Separador

Evangelio según San Lucas 2, 16-21.

 (Los pastores) fueron rápidamente y encontraron a María, a José, y al recién nacido  acostado en el pesebre. Al verlo, contaron lo que habían oído decir sobre este niño, y todos los que los escuchaban quedaron admirados de lo que decían los pastores. Mientras tanto, María conservaba estas cosas y las meditaba en su corazón. Y los pastores volvieron, alabando y glorificando a Dios por todo lo que habían visto y oído, conforme al anuncio que habían recibido. Ocho días después, llegó el tiempo de circuncidar al niño y se le puso el nombre de Jesús, nombre que le había sido dado por el Ángel antes de su concepción.

El primero de Enero, se cumplen los ocho días del nacimiento de Jesús, la llamada octava de Navidad, y la Iglesia celebra hoy en día la solemnidad de Santa María Madre de Dios. Es el título, la dignidad, la cualidad y el dogma más grande de la Santísima Virgen. Dios decidió desde toda la eternidad hacerse hombre en la persona del Hijo, asumiendo una naturaleza humana y naciendo de una madre humana, que es la Virgen María. La persona que nace, en esa naturaleza humana, es la divina del Hijo de Dios, por lo tanto María es Madre de Dios. Allá por los comienzos del siglo V, Nestorio, Patriarca de Constantinopla, es decir que era el Obispo de dicha ciudad, mandó predicar en un sermón, que causó escándalo, que María no era Madre de Dios, porque según el mismo Nestorio, ella había concebido a una persona humana en Jesús. Así ponía dos personas, una humana y otra divina, que habría venido luego del nacimiento, el día del Bautismo de Jesús por Juan, a tomar, por una gracia superior a la de los otros hombres, la naturaleza humana de Cristo. Incluso terminaba afirmando tres personas, porque la tercera resultaba la conformada luego de la unión de las dos anteriores. Dicha herejía se fue difundiendo por los monasterios que había en los alrededores de la ciudad y diócesis de Alejandría. San Cirilo de Alejandría, siendo pastor de dicha ciudad, pidió al Papa un concilio.

Ese Concilio habría de celebrarse en la ciudad de Éfeso. Famosa ciudad, sede de una de las siete maravillas del mundo antiguo, el templo de Diana, y cuna del filósofo Heráclito. Pero más importante aún, porque allí habían vivido durante el siglo I, la Santísima Virgen al cuidado del apóstol San Juan. Precisamente el concilio de Éfeso, del año 431, habría transcurrido en la misma casa de la Virgen. Durante dicho concilio y por obra de san Cirilo principalmente, la Iglesia confesó su fe, de que en Cristo sólo hay una persona, y que dicha persona es la Divina del Hijo de Dios. Por lo tanto llamó a María con el título griego de Theotokos, que significa Madre de Dios. Esa noche los obispos del Concilio fueron paseados en andas por el pueblo fiel, con antorchas encendidas, para celebrar el acontecimiento de fe eclesial. Se cumplió así la bendición a todas las razas de la tierra, hecha por Dios a Abraham, al llegar la plenitud de los tiempos. Dios vino a nacer de una Mujer, se hizo hombre, para que el hombre sea hecho hijo adoptivo de Dios. María es la criatura humana que está más cerca de Dios, por su participación en el misterio de la encarnación; además esta es una obra de Dios, ¿quiénes somos los hombres para juzgar o negarla?  Llena de gracia e inmaculada en su misma concepción, por haber sido elegida para ser su madre, a ella la veneramos los católicos con un culto especial, que en griego se llama de hiperdulía, traducido sería de super veneración. Es decir que la veneramos como se veneran los santos, sólo que de un modo especialmente mayor que a los otros santos, por ser ella la primera entre todos los santos de Dios.

Predilecta y agraciada hija del Padre, madre de Dios Hijo y esposa singular del Espíritu Santo, también es nuestra madre por voluntad de Cristo su Hijo, que la constituyó desde su cruz en Madre de la Iglesia. Ella nos cuida maternalmente desde el cielo hasta que Cristo vuelva, al fin del tiempo. Y en estos tiempos últimos del último, a veces se deja ver en apariciones privadas para recordarnos cosas olvidadas de la Revelación Pública para cuidarnos más todavía en el aspecto de nuestra salvación.

Pbro. José D´Andrea
Capellán Castrense

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