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Nuestra Señora de La Merced
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Reflexión del Evangelio del Domingo XXVIII del tiempo ordinario
Separador

Evangelio según San Lucas 17, 11-19:
Mientras se dirigía a Jerusalén, Jesús pasaba a través de Samaría y Galilea. Al entrar en un poblado, le salieron al encuentro diez leprosos, que se detuvieron a distancia y empezaron a gritarle: “¡Jesús, Maestro, ten compasión de nosotros!”.  Al verlos, Jesús les dijo: “Vayan a presentarse a los sacerdotes”. Y en el camino quedaron purificados. Uno de ellos, al comprobar que estaba curado, volvió atrás alabando a Dios en voz alta y se arrojó a los pies de Jesús con el rostro en tierra, dándole gracias. Era un samaritano. Jesús le dijo entonces: “¿Cómo, no quedaron purificados los diez? Los otros nueve, ¿dónde están? ¿Ninguno volvió a dar gracias a Dios, sino este extranjero?”. Y agregó: “Levántate y vete, tu fe te ha salvado”.

Con este samaritano curado de su lepra, y que vuelve a Jesús para darle gracias, sucede algo parecido a lo acontecido a Naamán el sirio y el profeta Eliseo. Es un no israelita el que recibe el don de Dios, y es también él mismo el que cambia su corazón para dar gracias y reconocer a Dios. A través del milagro de Naamán, Dios había prefigurado que algún día su Alianza salvadora se haría ya no solamente con el pueblo de Israel, sino con todos los pueblos de la tierra. Lo mismo sucede en el evangelio, cuando es solamente el samaritano, es decir el no israelita, el que vuelve reconociendo a Dios en Cristo, para darle gracias. El nuevo pueblo de Dios, con el cual habría de pactar su Nueva Alianza, habrá de estar tomado y conformado con hombres provenientes de todas las razas y pueblos, es decir que habrá de ser universal, que en griego se dice “Católico”. Sin duda que Israel tuvo una misión providencial en la Antigüedad, la de ser el portador del depósito de la fe, cuando todos los demás pueblos eran idólatras, es decir que adoraban falsos dioses, cuyas estatuas y figuras le fueron prohibidas a los israelitas. No sucediendo lo mismo con la imagen de los dos ángeles o querubines que Moisés debía poner sobre el propiciatorio del Arca de la Alianza. También el Mesías prometido a Adán para toda la humanidad habría de venir por la raza de Israel. Pero una vez venido la bendición del perdón de los pecados y la salvación de Dios tendría que llegar a todos los hombres. Como el samaritano y también como Naamán el sirio, durante muchos siglos el evangelio ha cambiado el corazón de todos los hombres que reconociendo el don de la salvación de Dios en Cristo han venido a formar parte de la Católica para vivir una vida cristiana dando siempre gracias a Dios por todos los dones de su misericordia y omnipotencia. Solamente el haber sido creados por Dios ya amerita de nuestra parte el darle culto y reconocerlo. Pero además su omnipotencia no ha sido menor al manifestarnos la misericordia y el perdón de los pecados. Se requiere de parte nuestra dar lugar a una verdadera conversión para creer en Él y dejarle obrar en nosotros su gracia. Hoy como ayer el mensaje de Cristo es el mismo: “Conviértanse y crean en el evangelio”. “El que crea y se bautice se salvará, el que no crea se condenará”. Debemos pedir la gracia de Dios por todo el mundo, especialmente en un tiempo de crisis de fe: “que venga a nosotros el reino de Dios”. Cristo es el que lo trae y ese Reino es la “Católica Iglesia”, a Él en Ella hay que acercarse para gloria de Dios y salvación de los hombres.

Pbro. José Augusto D´Andrea
Capellán Castrense

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