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Celebración del Te Deum en el Estado Mayor General del Ejército con motivo del Bicentenario de la Independencia Argentina
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Te Deum Bicentenario

El día 1 de julio el Capellán Mayor del Ejército, Pbro. Oscar Ángel Naef celebró en el Edificio Libertador el solemne Te Deum con motivo de dar gracias a Dios por el Bicentenario de la Independencia de nuestra amada Patria. El mismo estuvo presidido por el Sr. Jefe del Ejército, Grl Div D. Diego Luis Suñer, acompañado por el Sr. Subjefe del Ejército, Grl Brig D. Santiago Julio Fereyra, Generales y Coroneles Mayores con asiento en el edificio. Se contó además con numerosa participación de Oficiales, Suboficiales, Soldados y Personal Civil del Edificio.  Concelebró junto al Capellán Mayor el Capellán del Edificio, Pbro. José D´ Andrea. Tuvo a cargo la ejecución musical de la celebración el Coro y la Banda Sinfónica del Colegio Militar de la Nación.

Compartimos con ustedes la homilía que pronunciara el Capellán Mayor del Ejército, Pbro. Oscar Ángel Naef durante la celebración del mismo.

LITURGIA DE LA PALABRA
Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Lucas  (Lc 12, 15-21)  

                                                                                  
Jesús dijo a la multitud:
«Cuídense de toda avaricia, porque aún en medio de la abundancia, la vida de un hombre no está asegurada por sus riquezas». Les dijo entonces una parábola: «Había un hombre rico, cuyas tierras habían producido mucho, y se preguntaba a sí mismo: “¿Qué voy a hacer? No tengo dónde guardar mi cosecha”. Después pensó: “Voy a hacer esto: demoleré mis graneros, construiré otros más grandes y amontonaré allí todo mi trigo y mis bienes, y diré a mi alma: Alma mía, tienes bienes almacenados para muchos años; descansa, come, bebe y date buena vida”. Pero Dios le dijo: “Insensato, esta misma noche vas a morir. ¿Y para quién será lo que has amontonado?”
Esto es lo que sucede al que acumula riquezas para sí, y no es rico a los ojos de Dios».
Palabra del Señor.

HOMILIA

En esta celebración unimos nuestras voces y nuestros corazones en la oración de acción de gracias en el Bicentenario de la Independencia nacional. Este acontecimiento que nos habla de nuestra historia como comunidad y también nuestras historias personales de hombres y mujeres que fueron capaces de llevar a cada rincón del suelo patrio el grito de independencia; y que también hoy son artífices de que aquella declaración no haya quedado en los papeles, sino que nos permita enarbolar la bandera cada día en la vida ciudadana.
Han pasado ya doscientos años de aquél alumbramiento y los festejos nacionales nos llaman a la reflexión y el compromiso. A una lectura de la historia que nos haga comprendernos como comunidad humana con un destino común. Si la cultura es aquello por lo cual el hombre se hace más humano en cuanto hombre; la cultura nacional marcada por nuestros orígenes y nuestro destino común es lo que nos hace más argentinos en cuanto argentinos. El divorcio con nuestros orígenes y nuestro destino común ha sido y será siempre disolvente de nuestra comunidad nacional.
En estos días me parece innegable, y está a la vista de todos, que muchos círculos de pensamiento que se dicen progresistas, incluso dentro de las Fuerzas Armadas, comparten hoy la formulación disolvente de que nuestros orígenes hispano-católicos no significan ya nada para el pensamiento; y que el contexto del mundo presente está cerrado en sí mismo, y sus códigos de interpretación por el camino del progreso ya no se asientan sobre el hombre como ser histórico y su creador, sino que el presente se reduce a consensos que cierran etapas para abrir otras.
Esos consensos sin los valores de nuestra tradición, reservado a unos pocos con poder, se convierten, al modo de decir de San Juan Pablo II, en una terrible dictadura de los poderes económicos y políticos, que buscan como sustento de sus leyes sólo el valor irrestricto y absoluto del libre mercado, postergando y, en algunos casos suprimiendo, la dignidad del hombre puesta por Dios para que en cada comunidad de las naciones sus miembros encuentren lo necesario para cumplir con la vocación a la cual son llamados por el creador y dueño de la historia, el Señor que sepultó la muerte y el pecado con su muerte y resurrección.
Será por eso que el Evangelio que hoy hemos leído nos recuerda: “¿Y para quién será lo que has amontonado?” No digamos, entonces, con nuestras conductas “Alma mía, tienes bienes almacenados para muchos años... porque vas a morir”.
Los argentinos, herederos de la más pura tradición hispana, hemos aprendido a convivir como hermanos a la luz del Evangelio, hemos aprendido a integrar a todo hombre que quiera venir a vivir en este suelo patrio, no importando su raza o su credo. Y cuando la corrupción de la política nos ha invadido, hemos visto desintegrarse nuestra vida ciudadana y llenar de sangre los días de nuestra historia. ¿O no hemos tenido que soportar que se instale entre nosotros un conflicto que no nos pertenece sufriendo dos atentados  todavía impunes contra la comunidad de nuestros conciudadanos judíos? Valga esta mención para ilustrar la distancia que existe con la hermandad con la cual se ha recibido en la República a esa querida comunidad.
La celebración del Bicentenario debe de encontrarnos con el ama inquieta por el deseo de renovar nuestra democracia y sus instituciones con los valores de siempre que ha hecho grande nuestra querida Argentina. Con aquellos valores que como nos recuerda el Papa Francisco, se encuentran en lo profundo del corazón del pueblo y que consolidan nuestra identidad y hacen posible la Independencia del mañana.
Que la Virgen Santísima de Luján, patrona de nuestra patria, nos ilumine para celebrar con verdadero espíritu de fraternidad ciudadana la fiesta de todos los argentinos. Amén.

Pbro. Oscar Ángel Naef
Capellán Mayor del Ejército
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