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Nuestra Señora de La Merced
Virgen de La Merced

 

Reflexión del Evangelio del Domingo I de Adviento.
Separador

Evangelio según San Mateo 24, 37-44:

Jesús dijo a sus discípulos: “Cuando venga el Hijo del hombre, sucederá como en tiempos de Noé. En los días que precedieron al diluvio, la gente comía, bebía y se casaba, hasta que Noé entró en el arca; y no sospechaban nada, hasta que llegó el diluvio y los arrastró a todos. Lo mismo sucederá cuando venga el Hijo del hombre. De dos hombres que estén en el campo, uno será llevado y el otro dejado. De dos mujeres que estén moliendo, una será llevada y la otra dejada. Estén prevenidos, porque ustedes no saben qué día vendrá su Señor. Entiéndanlo bien: si el dueño de casa supiera a qué hora de la noche va allegar el ladrón, velaría y no dejaría perforar las paredes de su casa. Ustedes también estén preparados, porque el Hijo del hombre vendrá a la hora menos pensada.

Una gran esperanza tenía el pueblo de Israel en la Antigüedad, esperaban la llegada de su Mesías y con Él los tiempos finales de salvación universal y gloria definitivas. Hoy también y con mayor razón la vida de la Iglesia es una firme esperanza en la llegada del gran Día de la manifestación gloriosa del Hijo de Dios, cuya primera venida en la carne y en el ejercicio de su misericordia ya se ha realizado. Toda la vida del cristiano debe ser un estar preparado para recibir a su Señor que viene. Y como su segunda venida va a ser para ejercer la justicia, dice que uno será elegido y otro dejado. Siempre el mundo está dividido en dos porciones, la de los elegidos de Dios y la de los reprobados por Dios. No se tratará de renunciar a todos los bienes de este mundo y de esta vida sino de usarlos según la razón y la voluntad de Dios, ya que ellos no lo son todo, ni son absolutos. El único absoluto es Dios, que es el totalmente otro que el universo y el mundo creado, y por lo tanto Él mismo es y será el sumo bien definitivo del hombre.

En orden a ganar la posesión de ese último y definitivo y perfecto bien es como el hombre deberá haber vivido su vida en la tierra. Ya los antiguos clásicos hablaban de la virtud, como Platón y Aristóteles. Santo Tomás de Aquino dice en el siglo XIII y en su suma teológica que la virtud es el orden de la razón, y describe unas 55 virtudes. Entonces si vale alimentarse, pero nada de comilonas; si vale el matrimonio, pero nada de lujuria. Es preciso renunciar al hombre viejo del pecado y revestirse del nuevo. San Agustín de Hipona, en su proceso de conversión, estaba en el jardín de Casiciaco y escuchando a los niños jugando en la calle, oyó que decían repitiendo: “Toma y lee” “Toma y lee”. Al instante tomó el rollo de pergamino que tenía a su mano y apareció el texto de Romanos 13, 13 que desde el versículo 11 hasta el 14 dice: “Ustedes saben en qué tiempo vivimos y que ya es hora de despertarse, porque la salvación está ahora más cerca de  nosotros que cuando abrazamos la fe. La noche está muy avanzada y se acerca el día. Abandonemos las obras propias de la noche y vistámonos con la armadura de la luz.” Y el versículo 13:”Como en pleno día, procedamos dignamente: basta de excesos en la comida y en la bebida, basta de lujuria y libertinaje, no más peleas ni envidias.” En el 14 termina diciendo: “Por el contrario, revístanse del Señor Jesucristo”. El Señor nos conceda que en el  momento de su venida, tanto el Padre como el Espíritu Santo puedan ver formada en nosotros la imagen del Hijo, por nuestra vida santa y purificada de todo pecado.

Pbro. José Augusto D´Andrea
Capellán Castrense

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