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Nuestra Señora de La Merced
Virgen de La Merced

 

Reflexión del Evangelio del Domingo XXVII del tiempo ordinario.
Separador


Evangelio según San Lucas 17, 5-10.

Los Apóstoles dijeron al Señor: “Auméntanos la fe”. Él respondió: “Si ustedes tuvieran fe del tamaño de un grano de mostaza, y dijeran a esa morera que está ahí: “Arráncate de raíz y plántate en el mar”, ella les obedecería. Supongamos que uno de ustedes tiene un servidor para arar o cuidar el ganado. Cuando este regresa del campo, ¿acaso le dirá: “Ven pronto y siéntate a la mesa”? ¿No le dirá más bien: “Prepárame la cena y recógete la túnica para servirme hasta que yo haya comido y bebido, y tú comerás y beberás después”? ¿Deberá mostrarse agradecido con el servidor porque hizo lo que se le mandó? Así también ustedes, cuando hayan hecho todo lo que se les mande, digan: “Somos simples servidores, no hemos hecho más que cumplir con nuestro deber””.
El hombre ha sido creado para conocer, amar y servir a Dios en esta vida y mediante ello salvar su alma para gozar de Dios en la vida eterna. Una verdad sencilla del catecismo que no siempre sabemos recordar. Más bien solemos decaer ante la dificultad de tener fe. ¿Por qué Dios permite el mal, o que a los hombres perversos les salgan las cosas bien, cuando a los justos les va tan mal?  Y nos decimos: Dios tiene que hacer algo al respecto. La Escritura dice al revés: es el justo el que vive de la fe, y con esa confianza debe apoyarse en la fortaleza que le da el Espíritu Santo y hacer lo que debe para remediar la situación. En unas pocas palabras, mientras se pierde el malvado, el justo debe santificarse aún más por las buenas obras, ya que la fe sin las buenas obras, es decir las obras de la caridad, no basta para salvarse. Hemos recibido por el bautismo, la tradición del Evangelio; pues entonces deberemos ponerlo en práctica para ser coherentes con el mismo Señor que nos ha dejado ejemplo en su servicio a los hombres, con su Pasión, muerte y resurrección. Nosotros debemos entonces estar preparados para sufrir por ser cristianos, para mortificar en nosotros el pecado y todo lo que a él conduce en nuestra naturaleza herida por la concupiscencia del pecado original; y vivir positivamente una vida virtuosa para Dios y los hermanos. Esa es la manera que tiene Dios de hacerse presente en el mundo, a través de sus discípulos y seguidores. Es por ello que Cristo llamó a los Apóstoles y les encomendó el triple ministerio de enseñar, santificar y gobernar su Iglesia. Iglesia que es el Reino de Dios comenzado en la tierra, que Cristo predicó su llegada e instituyó en Ella. Fe es creer y vivir lo que se cree, y no se le hace ningún favor a Dios, sino que más bien Él nos lo hace a nosotros, dándonos su gracia sin la cual no podemos hacer nada. Darle así ese culto espiritual a Dios, no es más que cumplir lo que pide nuestra misma humanidad creada, y cumplir con nuestro justo deber para con Él. El hombre ha sido hecho para la gloria de Dios y no al revés.

Pbro. José Augusto D´Andrea
Capellán Castrense


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