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Nuestra Señora de La Merced
Virgen de La Merced

 


Celebración del Miércoles de Ceniza en el Estado Mayor General del Ejército.
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Misa de Cenizas EMGE


El día 1 de marzo con motivo del comienzo del Año Militar y el inicio del  tiempo litúrgico de la Cuaresma que llama a la conversión en preparación a la gran fiesta de la Pascua, el Capellán Mayor del Ejército Pbro. Oscar Ángel Naef presidió la celebración de la Santa Misa de Cenizas  en el Edificio Libertador, sede del Estado Mayor General del Ejército. La solemne Misa dio comienzo con el ingreso del celebrante acompañado por el Subjefe del Estado Mayor General del Ejército, Grl Div D. Julio Santiago Ferreyra y el Capellán del Edificio Libertador Pbro. José D´Andrea quien concelebró la Misa. Asistieron a la celebración el Secretario de Planeamiento Estratégico y Política Militar del Ministerio de Defensa de la Nación, Lic. Hugo Patricio Pierri, autoridades militares del Estado Mayor Conjunto y la totalidad de los Generales del Ejército quienes se encontraban participando de la Reunión de Mandos en el Estado Mayor. Asimismo participaron Oficiales, Suboficiales, Soldados y Personal Civil que cumplen funciones en el Edificio Libertador. Los participantes se acercaron con gran fervor a  recibir la imposición de las cenizas y la Santa Comunión.  La celebración contó además con el acompañamiento musical del Coro del Colegio Militar de la Nación. Al finalizar la Misa el Subjefe del Estado Mayor General  del Ejército dirigió unas palabras a los presentes, agradeciendo al Capellán Mayor y resaltando la importancia de mantener las tradiciones que nos legaron el padre de la Patria, Grl D. José de San Martín, el Grl D. Manuel Belgrano y tantos otros que han servido a nuestro país con Fe y valor.  

Dejamos a continuación la Homilía pronunciada por el Capellán Mayor del Ejército:

El Miércoles de Cenizas es la celebración anual en la cual el cristiano detiene su marcha y sacude en su interior la consciencia para recordar la única verdad que realmente importa, que Jesús “es la verdad” y que “la verdad nos hace libres” porque es él quien con su Pascua nos libera de la fatalidad de la muerte que es consecuencia de pecado.
En los acontecimientos de la vida cotidiana se impone un modo de vivir y pensar relacionado con aquello que está en el origen de la humanidad “la soberbia”. Es habitual asumir lo que somos sólo pensando en nuestra libertad y entendiéndola como un absoluto.
Vemos a menudo diversas manifestaciones en el modo de vivir que incluyen una reacción a la ley, a las otras personas, y a todo aquello que signifique límite. En este esquema de pensar y vivir se excluye a Dios no tanto en lo teórico como en la praxis. Y esto sucede así porque la presencia de Dios que nos crea, nos sostiene en la existencia y nos salva, es el permanente recuerdo de que nuestra libertad no es un absoluto.
Al recibir la imposición de las cenizas el Sacerdote recordará con sus palabras que venimos del polvo de la tierra y que allí volveremos. Por tanto la adultez del hombre no viene de la rebeldía de una libertad al modo absoluto, sino del encuentro de nuestro yo con el tú de Dios.
En la verdadera conversión del corazón que promueve la cuaresma se da una recuperación de la conciencia cristiana que con la ayuda de la gracia se plasmará en una verdadera praxis de aceptación de lo que estamos llamados a ser, de progreso en el discernimiento de la realidad y del compromiso transformador de la historia.
Un gran teólogo del siglo XX, Yves Congar, sintetizó de un modo elocuente su experiencia personal en una frase: “he amado la verdad como se ama a una persona”. La verdad es una persona, es Jesús. Para recuperar el encuentro con Jesús es necesario convertirse. Será por el camino de la oración que volveremos a encontrarnos con el tú de Dios que busca acompañarnos en el camino de la vida. Será por el camino de la penitencia que le torceremos el brazo al espíritu del mundo. Y será por la limosna que recuperaremos el desapego a los bienes de la tierra y volveremos a tener un corazón esperanzado en los bienes del cielo.
Pidamos a través de la Virgen Santísima, esposa del Espíritu Santo, que él  nos dé el don del Santo Temor de Dios por el cual nos reconocemos simples creaturas necesitadas de aquel que nos hace comprometer en la verdad para pagarnos con su compromiso de la vida eterna. Amén.

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